lunes, 22 de octubre de 2007

Daltonismo extremo.



Una de las paradas obligadas en los días que salgo a la ciudad, son "los sanitarios" -vaya eufemismo en un país de pelangoches- del metro Rosario.

Es el oasis anhelado, el punto medio de la jornada, el remanso mental antes de emprender el titánico viaje de 1.5 o hasta 2.0 horas -ya que le varea - "dependiendo del tráfico".

El mentado espacio es como una cantina pero al revés, o sea, en lugar de ingerir líquidos para producir sensaciones de placer, estos se excretan produciendo casi el mismo efecto. Causa y efecto; todos hermanados en la comunión y compartición armónica del espacio público... Aunque sea por fugaces instantes, porque al salir, vuelve el estado alterado de la protección del "mínimo necesario" espacio vital.


Lo comparo con una cantina -pero de las de antaño- porque el espacio es abiertamente segregacional y sin que nadie chiste.
Es una de esas cosas, que hasta en sociedades como la nuestra -donde la gente gusta de hacer todo lo que "está prohibido" y "no permitido" casi por obligación histórica- se respeta y sin que esté escrito ni sea explícito en letrero alguno.


O a ver, ¿cuándo se ha visto que en la entrada de un "baño de hombres" diga: "SE PROHIBE LA ENTRADA A MUJERES"? O al revés. Yo creo que en ningún lado.
Lo más que he visto, además de los clásicos monito y monita de palitos, reinventado una y otra vez con colores, deditos, ojitos, y hasta boca; son los abanicos y sombrero de copa con pipa, la "fulanita" y el "fulanito", miqui maus y mini maus, donal y deisi... Y los baños de COLOR ROSA CHILLANTE Y AZUL HOLANDÉS de Aerocomex. Inconfundibles, según yo.



Según yo, porque hoy, mientras me lavaba las manos y me mentalizaba para abordar el chimeco, apareció una señora por la puerta azul holandés.
Entró y se le notaba esa mirada de triunfo del que "ya llegó". La sonrisilla tímida pasó a una mueca de terror cuando se dio cuenta en dónde estaba.
Para ese momento ya éramos cuatro los especímenes viéndola sin saber qué onda y fue que pasó: dio la vuelta y empezó a rasquetear la puerta giratoria-exclusa-soloentrada por donde había llegado, cual can encerrado o acorralado. No pude evitar la risita cagona esa, pero llenándome de compasión, y en honor de todos aquellos benefactores anónimos que se han apiadado de mi en momentos difíciles, le dije: "toque la puerta de servicio, ahí debe de estar la señora del aseo. Ella le ayuda a pasar al baño de mujeres".


Se aferró a mis ojos, y llenándose de valor, cruzó el baño pero ahora escoltada por seis especímenes.

Tocó, chilló, rasqueteó, suplicó... y a la de mil, se abrió la puerta y desapareció antes de que pudieras decir Jack Robinson.

La cofradía de ahora ocho especímenes, nos volteamos a ver y soltamos al unísono una carcajada desas de cantina, pero de muy buena gana.

En un instante todo volvió a su camino y había quedado para el recuerdo.




El otro día platicaba con mi chica de cómo se percibe el color, de los conos y bastones que hay en el ojo humano y supe que el rojo es el color más perceptible por la cantidad de estas células dedicadas a su espectro.

Además de mi propuesta de eliminar el gen de la huevonada del mapa genómico de mis paisanos mexicanos, propongo aumentar el número de conos o bastones destinados a recoger el rosa y el azul, para evitar episodios tan bochornosos como este.

Eso y poner un policía afuera de los baños que la haga de "director de tràfico" o manque sea de "asesor sanitario".

3 comentarios:

Lalo dijo...

Jajajaja esto si es una obra magistral digna de cualquier urólogo, pero en verdad me divertí como enano al leerla.

el7palabras dijo...

Es además de todo una historia verídica veridiquísma.
Todavía no logro recuperarme del choc, he de confesarlo; pero ya pasará pronto.

LicCARPILAGO dijo...

mijares se inspiro en este post para hacer su cancion de "baño de mujeres".


finisimo como siempre.