Una de las paradas obligadas en los días que salgo a la ciudad, son "los sanitarios" -vaya eufemismo en un país de pelangoches- del metro Rosario.
Es el oasis anhelado, el punto medio de la jornada, el remanso mental antes de emprender el titánico viaje de 1.5 o hasta 2.0 horas -ya que le varea - "dependiendo del tráfico".
El mentado espacio es como una cantina pero al revés, o sea, en lugar de ingerir líquidos para producir sensaciones de placer, estos se excretan produciendo casi el mismo efecto. Causa y efecto; todos hermanados en la comunión y compartición armónica del espacio público... Aunque sea por fugaces instantes, porque al salir, vuelve el estado alterado de la protección del "mínimo necesario" espacio vital.
Lo comparo con una cantina -pero de las de antaño- porque el espacio es abiertamente segregacional y sin que nadie chiste.
Es una de esas cosas, que hasta en sociedades como la nuestra -donde la gente gusta de hacer todo lo que "está prohibido" y "no permitido" casi por obligación histórica- se respeta y sin que esté escrito ni sea explícito en letrero alguno.
O a ver, ¿cuándo se ha visto que en la entrada de un "baño de hombres" diga: "SE PROHIBE LA ENTRADA A MUJERES"? O al revés. Yo creo que en ningún lado.
Lo más que he visto, además de los clásicos monito y monita de palitos, reinventado una y otra vez con colores, deditos, ojitos, y hasta boca; son los abanicos y sombrero de copa con pipa, la "fulanita" y el "fulanito", miqui maus y mini maus, donal y deisi... Y los baños de COLOR ROSA CHILLANTE Y AZUL HOLANDÉS de Aerocomex. Inconfundibles, según yo.
Según yo, porque hoy, mientras me lavaba las manos y me mentalizaba para abordar el chimeco, apareció una señora por la puerta azul holandés.
Entró y se le notaba esa mirada de triunfo del que "ya llegó". La sonrisilla tímida pasó a una mueca de terror cuando se dio cuenta en dónde estaba.
Para ese momento ya éramos cuatro los especímenes viéndola sin saber qué onda y fue que pasó: dio la vuelta y empezó a rasquetear la puerta giratoria-exclusa-soloentrada por donde había llegado, cual can encerrado o acorralado. No pude evitar la risita cagona esa, pero llenándome de compasión, y en honor de todos aquellos benefactores anónimos que se han apiadado de mi en momentos difíciles, le dije: "toque la puerta de servicio, ahí debe de estar la señora del aseo. Ella le ayuda a pasar al baño de mujeres".
Se aferró a mis ojos, y llenándose de valor, cruzó el baño pero ahora escoltada por seis especímenes.
Tocó, chilló, rasqueteó, suplicó... y a la de mil, se abrió la puerta y desapareció antes de que pudieras decir Jack Robinson.
La cofradía de ahora ocho especímenes, nos volteamos a ver y soltamos al unísono una carcajada desas de cantina, pero de muy buena gana.
En un instante todo volvió a su camino y había quedado para el recuerdo.
El otro día platicaba con mi chica de cómo se percibe el color, de los conos y bastones que hay en el ojo humano y supe que el rojo es el color más perceptible por la cantidad de estas células dedicadas a su espectro.
Además de mi propuesta de eliminar el gen de la huevonada del mapa genómico de mis paisanos mexicanos, propongo aumentar el número de conos o bastones destinados a recoger el rosa y el azul, para evitar episodios tan bochornosos como este.
Eso y poner un policía afuera de los baños que la haga de "director de tràfico" o manque sea de "asesor sanitario".