jueves, 9 de agosto de 2007

Sólido sólido.


Desde hace unas semanas he segudio las noticias de los vehículos exploradores que están en Marte.
Según he leído, ha habido tormentas de polvo de tal magnitud y sobre todo duración, que los páneles solares que utilizan los mentados vehículos se han cubierto de una densa capa de polvo, la cual ha reducido su captación de radiación solar hasta en un 70%.
Por un momento puedo sentir cómo el viento mueve las antenas y páneles de los famosos Rovers. Amenaza con arrancarle todas esas piezas carísimas. La grava roja vuela por todos lados. El ambiente es seco. Hostil.

Y encima

están TOTALMENTE SOLOS AHÍ.
No mames.

De tan solo pensar en esa absoluta soledad me viene una sensación de ese miedo cala-huesos. Ese que sólo lo desconocido puede provocar.

Trabajando en casa he aprendido muchas cosas, como por ejemplo, a concentrarme en serio y no darme cuenta cómo pasa el tiempo.
Cuántas veces me ha pasado que estoy trabajando y cuando me doy cuenta, ha caído la noche, y mi lista de reproducción se acabó hace ya un buen rato. Silencio. Oscuridad. Y sobre todo, estoy solo.

Soy un gallina, lo reconozco. No tolero la oscuridad conscientemente.
A cada paso antes de prender la luz o abrir alguna persiana, siento como que algún espectro o más gacho aún, algún destripador en masa me va a abrazar en medio de alaridos de ultratumba.

Como que el tipo de soledad que prefiero, es más bien 'acompañada'.
Güey, ¿quién no se ha levantado temprano 'al menos una vez en su vida' -digamos a las 7:30 AM- en domingo y ha sorprendido con chinguiñas todavía al mismísimo señor de la barbacoa... o un poco menos irracional, ha caminado por una ciudad semi-desierta en navidad o primero de enero masomenos a las 10 de la mañana.
O qué tal subirse al primer metro de la mañana.
Ser el primero que pide un tamal a las 5:30 de la mañana en alguna parada de micros.
Algo así.
Con una franaja de seguridad. Soledad pero sabiendo que en un ratito aquello volverá a ebullir de gente. Coches. Cláxones. Mentadas de madre. Chamacos. Señoras. Multitud que arropa.

No se si se deba a que soy gallina de corazón o es que padezco algún síndrome causado por compartir espacios con tanta y tanta gente desconocida.
Lo que si se, es que dudaría muchísimo en ser 'el primero' en pisar marte.
Así mi nombre apareciera en todos los libros y quedara escrito en letras de oro en las páginas de la historia, nel.

Yo preferiría llegar cuando ya hubiera algunos fraccionamientos y hubiera que hacer cola en uno que otro lugar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

O qué tal el priomer minuto después de terminado aquel proyecto agotador en que pensaste "yastá. Sí se pudo. Ahora déjen me dor mir un mo men ti to nomázzzzZZZZZ...."

el7palabras dijo...

Ese es precisamente uno de los momentos más chipocludo que pueda haber.

Podría compararse con la euforia del primer bocado, cuando las glándulas sueltan el torrente de saliva.
O con empezar un cuaderno lisito con todas sus hojas nuevitas, oliendo a nuevo.
O el primer trago de chela. ¡Cojones! qué sensación.

Eso.